[En construcción]


Testimonio 1
6 De Septiembre...

Saludos a todos a través de este espacio en Internet en el nombre del Señor Jesús. Mi nombre es Engel Ariza. Es un privilegio poder testificar acerca de la bondad de nuestro grande y precioso Dios, el Señor Jesucristo, pues estando todos muertos en delitos y pecados, El envió a Jesús a morir por nuestros pecados, redimirnos y sacarnos de las tinieblas a Su luz admirable para que anunciemos su obra de misericordia en nosotros.

El mundo pentecostal, en este día, haciendo grande a un hombre llenan iglesias y estadios para escuchar su testimonio sobre su encuentro con Jesús en el Calvario, pero nosotros, instruídos por un profeta, hemos creído que entre nosotros no hay hombres grandes, y si hay alguien grande entre nosotros, es el Señor Jesucristo.

Todo comenzó en la mañana del 6 de septiembre de 1983.

Cinco años antes de esta fecha tomé la decisión de cambiar el rumbo de mi vida, hablo como hombre. Y en una época de tanta oportunidad como ofrecía para ese entonces el narcotráfico, emprendí mi ciega carrera. Tenía algunas ventajas para ese entonces que me facilitaron un rápido ingreso al mismo: hablaba fluidamente el idioma inglés, conocimientos de Administración y Gerenciamiento de Ventas, y excelentes relaciones personales. El salario que ganaba - era ejecutivo en una empresa de aviación llamada Pan American, como lo fuí en Copa - aunque me permitía sostener moderadamente a mi familia, nunca me llevaría a la meta de ser un hombre de negocios independiente que es lo que deseaba en mi corazón.

Hubo algunos negocios exitosos, como tambien otros no exitosos.

Pude conocer hombres que el transcurrir de los días delictivos les trajo a una grande fama en el mundo criminal, en su mayoría, unos fueron asesinados, otros están purgando condena y pocos se retiraron millonarios.

Mas Dios en Su misericordia tuvo compasión de mí.

Regreso a la mañana del 6 de septiembre. Era la última operación que decidí efectuar. En ella puse todo mi empeño y operacionalmente todo fué un éxito que me llevaría tanto a mí, como a mis compañeros, a la añorada independencia económica. La heroína introducida en los Estados Unidos no pudímos mercadearla tan pronto como planeamos porque nuestros compradores en Chicago, a través de Puerto Rico, tuvíeron para esos días problemas de arrestos federales de algunos de sus socios.

Estábamos un poco tensos debido a que en esos días esa clase de droga era sancionada con gran severidad. Había un gran escándolo debido a la muerte por sobredósis de un hijo del ex presidente Kenneddy en un vuelo entre Nueva York y Los Angeles. Uno de nuestros socios, el piloto que había volado desde Colombia a los Estados Unidos con la heroína camuflada en las alas de la avióneta Cesna, nos propuso que le dejáramos ayudarnos en la venta. Le dí personalmente mi consentimiento para ello. Durante una semana estuvo negociando con el supuesto comprador quien vivía en Georgia.

Finalmente, aquella mañana del 6 de septiembre, sería nuestro día grande.

Mi amigo piloto me llamó alrededor de las nueve de la mañana pidiéndome que estuviera con él al hacer la transacción de compraventa. Inmediatamente me negué a ello, pues en mi código de trabajo nunca negociaba con alguien a quien yo no conociera, lo cual me libró siempre de muchos problemas. Obviamente, él tenía temor debido a que la transacción sería de un millón y medio de dólares. Yo insistía en no estar allí pues sabía por experiencia todos los problemas que vienen al hacer negocios con alguien que uno no conoce. Dos personas que trabajaban para mí entonces me sugirieron algunas razones por las cuales debía ir a respaldar a mi piloto en esa transacción. Entonces acepté hacerlo.

Después que el piloto cruzó algunas llamadas alrededor de las diez y media de la mañana desde su casa con los compradores, nos dirigimos a un motel-restaurante de la cadena Howard Johnson para cerrar el negocio y arreglar los movimientos de entrega. Después de conversar en una mesa en el centro del restaurante y tomar un par de tragos, las veintitrés personas que estaban, aparte de nosotros, como clientes en el lugar, se levantaron y sacando sus armas dieron la voz de arresto. Es difícil de explicar la manera en que las emociones corren en esos momentos, ya que el hacer ruido y gritar fuertemente en medio de insultos es una de las tácticas que usan los federales cuando hacen este tipo de arresto.

A partir de las once y media de la mañana, momento en que ocurrió mi arresto bajo los cargos de conspiración, tráfico y distribución de heroína, comenzó - mientras mis brazos estaban esposados fuertemente a mis espaldas y en una posición muy incómoda - un largo interrogatorio. Después de mas de diez horas de intensa y fatigosa investigación fuí conducido a un Centro Correccional de Máxima Seguridad. Eran casi las 12 de la noche de ese 6 de septiembre. La guardia del Correccional después de tomar huellas y recibir bajo custodia mis pertenencias personales, me entregaron entonces el uniforme de reo, y después de ponérmelo, me condujeron a través de uno o dos pasillos a la celda que me fué asignada; aún recuerdo que era la 4B, en la Sección 6, en la cual solo había 8 celdas.

A la mañana siguiente me llevaron a la Corte Federal.

Después que la Juez escuchó los cargos de acusación de parte de la Fiscalía, me fijó una fianza de un millón de dólares, que por supuesto, yo no tenía. Después de esta audiencia me regresaron al Correccional y me prometieron que para mi próxima audiencia me asignarían un Defensor Público.

Meditando en mi delito en ese momento, sabía positivamente que no existía ninguna posiblidad para mí de recobrar algún día mi libertad, puesto que yo conocía la gravedad de mi ofensa federal a los Estados Unidos. Aún así, esa mañana allí en la Corte me sentía tranquilo en mi espíritu. Ahora, ¿cómo puede un hombre frente a circunstancias tan adversas mantenerse tranquilo? ¿Cómo puede un hombre que ha delinquido y ha hecho lo malo estar sosegado?

Déjeme compartir con usted la razón de mi sosiego.

Después de la medianoche del día que fui arrestado, ese 6 de septiembre, el guardia me dirigió hacia la celda que me asignaron. Era como la una de la madrugada cuando la reja de mi celda se cerró detrás de mí. Nunca podré olvidar el ruido seco y resonante que se produjo, y creo que todo hombre que ha tenido experiencia carcelaria conoce perfectamente ese ruido.

Minutos después de haberse alejado el guardia comencé a caminar por la estrecha celda, donde solo tenía una dura cama de hierro y un inodoro sencillo de loza. Había sobre la cama una sábana doblada en lugar de almohada. En la pared de esta estrecha celda, una pequeñísima ventana por donde penetraba un opaco resplandor de un farol externo. Pasaron como quince minutos, y luego entró en mi celda un destello de luz que desapareció rápidamente. Sé que fue algo sobrenatural, pues mis piernas se debilitaron al instante; caí de rodillas, no pude evitarlo; alcé mis manos y lágrimas comenzaron a caer sobre mi rostro; lloraba como un niño. No era temor, porque sicológicamente ya yo estaba preparado como cualquier narcotraficante se supone que lo está. No era temor. Algo interno ocurría dentro de mí, Dios sabe que lo que estaba sucediéndome yo no podía controlarlo.

En esta maravillosa experiencia que me acontecía, yo comencé a hablar con El. Nada sabía de Jesucristo, pero yo hablaba con El.

Después de este primer contacto genuino con Dios, me puse de píe. Busqué mi cama y me senté. Había sido un día de profunda tensión, estaba cansado y hambriento, por lo cual decidí acostarme. Al poner mi cabeza sobre esa sábana que estaba allí doblada, algo me golpeó. Levanté inmediatamente la sábana y debajo de ella estaba una Biblia. Cuando la ví una alegría inmensa invadió mi corazón. La tomé mis manos; me puse nuevamente de píe, me acerqué a la pequeñísima ventana que había en mi celda y abrí desesperadamente esa Biblia, y providencialmente al abrirla, Dios me llevó al Salmo 27, donde leí:

"Jehová es mi luz y mi salvación;
¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida;
¿de quién he de atemorizarme?
Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis
Angustiadores y mis enemigos,
para comer mi carne, ellos tropezaron y cayeron".

 Leí la Biblia hasta el alba y luego el sueño me venció. Prontamente después de acostarme tuve una visión de sueños:

"Caminaba por un valle hermoso iluminado por una luz que no era la del sol. Iba cabizbajo y triste. De pronto ví los pies de alguien y me detuve, alcé mi rostro y entonces lo ví. Era un hombre de aspecto dulce y amable. Me preguntó: ¿Adónde vas? Le respondí: No sé. Entonces, extendiendo su mano, me entregó una pala y me dijo: Cava!
Entonces comencé a cavar y al hacerlo encontré enterrado allí unos pergaminos. Los tomé en mi mano y le dije a El: Son unos pergaminos. Y El me dijo: Sí, son pergaminos, tienes que cavar diez hoyos y en cada uno encontrarás un rollo de pergaminos.  Me puse inmediatamente de pie y me quedé mirándolo. Su rostro era peculiar, sus ojos miraban como ningún hombre mira, y su leve sonrisa era grandemente bondadosa. Se dió la vuelta y comenzó a alejarse de mí. Mientras se alejaba, yo quería correr tras El. Luego, ví que se detuvo. Se volteó y me miró. Ví su sonrisa y había tanto amor en El cuando sonrió. Y luego, desapareció."

Muchos otros detalles preciosos acontecieron en esta experiencia personal que tuve en esa celda, los cuales omito en esta ocasión por razón de espacio, solo deseo compartir para glorificar el nombre de nuestro Dios, la manera en que El vindicó el Salmo 27. El sargento federal que había dirigido mi arresto, fue arrestado quince días después bajo los mismos cargos que la Corte Federal de los Estados Unidos tenía en mi contra. Dios, en forma inexplicable había preparado a este pobre hombre para tomar mi lugar, ya que siendo él, el testigo principal de la Fiscalía, el gobierno federal no lo pudo usar en mi contra debido a que él había perdido todo privilegio.

A los cinco meses de mi arresto, la Corte Federal después de una serie de arreglos a través de mi abogado, tuvo que darme mi libertad condicional. Ocurrieron otros hechos que la mano de Dios manejó, que en una segunda parte de mi testimonio detallaré para Su gloria y Su honra. Que Dios los guarde y los bendiga.

Testimonio 2 ...En Preparación
 

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